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sábado, 20 de diciembre de 2014

Tal lejos, tan cerca.

Ya se sentían cosas en común y a penas nos conocíamos. No negaré que me motivaba que ella me escuchara desde tan lejos y con ese interés, hacía que me sintiera más a gusto con el programa de radio. Constantemente leía su cuenta de Twitter o merodeaba por su perfil de Facebook, reconozco que al poco tiempo con su manera de expresarse por las redes yo ya había caído en ellas, enredado no solo por su belleza sino por su interés en lo humano, en su expresión y en su deseo de arte. Cada día que pasaba y lográbamos hablar aunque sea un poco satisfacía más mi interés por conocerla y aunque parte de mí insistía en que existía un peligro en reconocer que la lejanía podría poner el jaque lo que pasara más adelante poco a poco esa parte de mí fue silenciándose para dar paso a un salto que cambiaría mi vida por completo.
Yo pasaba por un momento muy especial, alejado de mi profesión televisiva y concentrado en un tiempo de reencuentro personal estudiaba de manera autodidacta algunas corrientes psicológicas y experimentaba gracias a mis amigos del área de psicología distintas formas de llegar profundo en mí. Es entonces cuando tal como dijo mi abuela hace ya tantos años "Escribiendo es como encontrarás a tu mujer" y así fue, ella me encontró y con el tiempo y a la distancia comencé a encontrarla yo a ella, fue un encuentro donde la distancia no daba cabida a la cantidad de kilómetros sino más bien daba esperanza a que cuando hay verdadero interés las distancias se acortan generando oportunidades insospechadas.
Conocernos fue todo un desafío comunicacional, si no había conexión en una red social pues encontrábamos otra y nunca nos quedamos sin comunicarnos a menos que fuera por nuestra propia decisión, ya teníamos el control de todas las plataformas, con o sin wi fii siempre lográbamos comunicarnos de alguna forma.
El programa "Hablemos de Sexo" continuaba, seguíamos haciendo nuestras publicaciones diarias y hablabamos por Chat o por Whatsapp, y lo mejor de todo era poder vernos y escucharnos por Skype hasta largas horas de la noche. Cocinábamos, escuchábamos música, o simplemente estábamos, eso era lo importante, sentirnos aunque sea la respiración a la distancia. Compartíamos lo que más podíamos mientras esa distancia se hacía cada vez más corta.
Hay cosas que nos gustan de alguien que se pueden expresar y otras que no, y siento que hay tanto que fácilmente puede ser contado y otras que quedan dentro sin encontrar las palabras, como un enredo dulce entre palabras y sentimientos, como perderse en medio de tanta belleza, de tanto momento que hace sentir bien. Fuimos a la distancia confidentes de todo, fieles a lo que sucediera, y poco a poco en lo cotidiano estábamos presentes apoyando y aconsejando hasta el punto en que la distancia desaparecía haciéndonos creer que estábamos ahí, al lado, a un par de calles y en el corazón, tan cerca y tan lejos a la vez. Formamos un lazo, un dulce hábito y una exquisita necesidad de saber del otro, de decir "buenos días" y de despedirnos diciendo "buenas noches", hasta la diferencia horaria ya nos parecía insignificante.
Pasaron meses en los que era inevitable después de tanto contacto virtual comenzara a aflorar el deseo de un contacto mucho más real, así comenzamos a soñar posibilidades, alternativas, algo que nos llevara a estar más cerca, esperanza. Algo nos decía que esto iba a cambiar y ella no espero en decirlo, en pedirlo, yo ya quería escucharlo porque sinceramente me atemorizaba tener que aceptar que deseaba dejarlo todo para estar con ella y para variar su valentía se hizo notar...

Andreas Von Kunowsky.


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